“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2).

Dios quiere que prosperemos; nunca quiso que fuéramos pobres. Se tomó los primeros cinco días cuando creó el mundo para hacer todo lo que los hombres y las mujeres necesitarían antes de crearlos. A Adán no le faltaba nada. Todo lo que necesitaba y todo lo que deseaba estaba allí. La prosperidad de Dios es holística; de ahí, “prosperar en todas las cosas”. Esta prosperidad, sin embargo, viene con condiciones muy claras. Se le dijo a Josué:

“Solamente esfuérzate y sé muy valiente, cuidando de obrar conforme a toda la Ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.” (Josué 1: 7-8).

Si Dios desea que seamos prósperos y exitosos, ¿por qué entonces luchamos en el manejo de nuestras finanzas? Necesitamos examinarnos a nosotros mismos, especialmente nuestra relación con Dios. ¿Hemos observado las condiciones que Dios nos ha dado? Esto nos lleva al aspecto más importante del cristianismo: la obediencia a Dios. ¿Puede Dios prosperar a una persona desobediente y egocéntrica que socava su ley, sus instrucciones y su voluntad? ¿Bendecirás a tu propio hijo que te desobedece, te falta el respeto y socava tu autoridad? Tome nota de este hecho:

“Acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas” (Deuteronomio 8: 18).

Dios nos ha dado pautas claras sobre temas de la vida, incluso asuntos financieros. Desafortunadamente, tendemos a alejarnos de su voluntad y hacer lo que creemos que es correcto. Echemos un vistazo a las cosas que nos hacen fracasar en administrar nuestras finanzas:

  1. Endeudarse

“El que toma prestado se hace siervo [esclavo] del que presta.” (Proverbios 22:7). La deuda es una tragedia auto infligida. Es fácil de conseguir y difícil de eliminar. Uno se ata voluntariamente. Jesús vino a darnos vida abundante, y aún así enredamos en la deuda. Elena G. de White nos dice que evitemos la deuda como lo haríamos con la viruela (ver El hogar adventista, p. 358). Hoy, ella podría usar “coronavirus” en lugar de “viruela.” Escribió además: “Usted debe reconocer que uno no debe manejar sus asuntos de una manera que le hará contraer deudas [] Cuando uno se queda endeudado, está en una de las redes que Satanás tiende a las almas” (ibídem, p. 357). Algunos afirman que la deuda es inevitable y que se ha convertido en una forma de vida normal. La Biblia nos advierte claramente en contra de esto. Las Escrituras, como Deuteronomio 15: 1, nos dicen que aquellos que estaban endeudados recibieron ayuda después de siete años cuando sus deudas fueron canceladas. Esta es una guía para aquellos de nosotros que luchamos con la deuda. Su institución financiera nunca cancelará su deuda en siete años, pero debe tener la intención de pagar sus deudas dentro de siete años. Esto incluye los préstamos de su casa. ¿Por qué no intentar pagar su hipoteca en menos tiempo? Un préstamo hipotecario a 20 años significa comprar su casa dos veces.

También debemos preguntarnos si, entre las condiciones económicas mundiales inciertas, ¿deberíamos endeudarnos? Leemos más sobre las personas que pierden empleos que la creación de empleos. ¿Cuántos jóvenes, incluidos algunos graduados universitarios, languidecen en las calles sin trabajo?

Estadísticas impactantes en Sudáfrica revelan que el 75 por ciento del ingreso familiar se destina al pago de la deuda. Este puede no ser el caso en su país; no obstante, esto puede no estar muy lejos de su situación. Como resultado de la deuda, la bancarrota está aumentando. Incluso muchos cristianos encuentran sus casas y automóviles embargados y puestos en subasta. La deuda lleva a la bancarrota y, por lo tanto, no puede ser un estilo de vida de personas temerosas de Dios. La deuda es tan grave que algunas personas que no han salido de ella se han quitado la vida. La deuda destruye las relaciones saludables y afectará su desempeño en el trabajo. Si su situación de deuda es un desastre, ¿cómo puede ser fiel en los diezmos y las ofrendas?

  1. Falta de presupuesto

¿Tiene un presupuesto personal o familiar? ¿Puede dar cuenta del 75 por ciento de sus ingresos 15 días después de ganar su salario? La falta de presupuesto es una deficiencia importante en nuestra gestión financiera. Esto promueve el impulso y el gasto incontrolable, lo que lleva al desastre con las finanzas personales. El presupuesto infunde disciplina en la administración de las finanzas de uno; asegura que se logren los objetivos establecidos en el gasto. Quienes no tienen un presupuesto normalmente no pueden dar cuenta de lo que han hecho con sus ganancias diez días después de que se les pagó. Esto es lo que Dios dice sobre el presupuesto:

“¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él” (Lucas 14: 28-29).

Sentarse y contar el costo no es más que hacer un presupuesto; eNCA, medios de televisión sudafricanos, informó esta declaración de una institución financiera: “Aproximadamente, el 56% de los consumidores de ingresos medios en Sudáfrica gastan todos sus ingresos mensuales en 5 días o menos”. Esto es imprudencia; el resto del mes están en quiebra. Es un fracaso en administrar lo que Dios nos ha dado como mayordomos.

  1. Amor al mundo y al dinero

¿Son los cristianos diferentes de los no creyentes? ¿Nos comportamos como la generación elegida, apartada para la santidad? Esto es lo que Elena G. de White escribió:

“Los cristianos se esfuerzan por construir como construye el mundo, vestirse como se viste el mundo, imitar las costumbres y prácticas de los que adoran solamente al dios de este mundo.” (Elena G. de White Conflicto y valor, p. 147).

Es desafortunado que los cristianos sientan la presión de competir, por lo tanto, estamos atraídos a las deudas, esquemas ilegales de hacerse rico rápidamente y, a veces, incluso esquemas de soborno, al igual que los no creyentes. El apóstol Pablo advirtió:

“porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores.” (1 Timoteo 6: 10).

Algunos cristianos también tienen muchas tarjetas de crédito, y cuando el presupuesto es ajustado, usan una tarjeta de crédito para pagar otra. Estas son trampas de deuda. Muchos dejan de pagar sus deudas y se encuentran frecuentando a usureros que ofrecen préstamos a tasas de interés exorbitantes. Al hacerlo, se ven más endeudados, al igual que muchos no cristianos.

Otro hecho importante a tener en cuenta es que comprar comestibles con tarjetas de crédito y no pagar la cuenta de la tarjeta de crédito cuando es debido hace que sus comestibles sean muy caros. El interés cobrado en su tarjeta de crédito hará que su leche y pan sean mucho más caros de lo que probablemente cree.

En conclusión, a menos que cumplamos con los principios de Aquel que nos dio lo que tenemos, a menos que seamos obedientes a sus pautas y leyes, ¿cómo podemos manejar lo que nos ha prestado? Dios aún posee todo; nunca ha perdido nada de lo que creó. Les dio a Adán y a sus descendientes el privilegio de administrar su creación y también proporcionó las pautas para hacerlo. Obedézcale y él le dará contentamiento, incluso en medio de sus desafíos.

 

 

Makhup Nyama

Makhup Nyama es miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Dube Central en Soweto, Sudáfrica. Él y su esposa, Tshidi, han estado organizando talleres sobre gestión financiera personal dentro de la circunscripción de la iglesia y más allá durante más de 20 años. Es el autor del libro The Core of Stewardship [El meollo de la mayordomía]. Makhup es director de compañías involucradas en inversiones en negocios locales y multinacionales.